Editorial

Consternación, incredulidad, preocupación e indefensión, es el sentir de la población ante los hechos registrados en tan solo tres días en el estado. A través de las redes sociales, pueden leerse mensajes como “qué está pasando en nuestro estado, antes no era así”, o bien, “ya no puede uno salir de su casa porque no sabes si te van a matar en la calle”, entre otras expresiones que denotan miedo e inseguridad acerca de lo que está aconteciendo en el estado que de acuerdo a la aseveración de las autoridades, es la segunda entidad más segura del país. Hecho que por supuesto es cada vez menos creíble.

Pese a la evidencia de estos acontecimientos, el Secretario de Gobierno, Aarón Pérez Carro declaró en una entrevista para La Jornada de oriente que estos sucesos no encienden las alarmas rojas en el territorio estatal. “Desde luego que ninguna sociedad, ningún gobernante o gobernado, quiere vivir en un lugar donde existen este tipo de situaciones de violencia que se traducen en actos delincuenciales”.

De hecho, a manera de justificación, en esa misma entrevista realizada por Carlos Avendaño, refirió que a nivel nacional las estadísticas indican que se han incrementado los índices de homicidios dolosos, quizá por eso puede “entenderse” que en Tlaxcala que es de los estados más tranquilos, repercuta dicha situación; “y si a esto le agregamos que la ubicación geográfica de la entidad la vuelve vulnerable, pues en el estado de Puebla los índices delictivos se han disparado de manera significativa; Hidalgo donde se presenta el problema del huachicol; por la cercanía con Veracruz donde se han generado una serie de actos delictivos multifactoriales, entonces Tlaxcala no es un lugar que esté encapsulado”, expuso.

Pero además el funcionario estatal insistió que Tlaxcala es considerado como un lugar para venir a tirar cuerpos de personas asesinadas, aunque casi de inmediato reviró que ello no quiere decir que la autoridad de Tlaxcala trate de subestimar esta situación, porque si no se genera la atención correspondiente se corre el riesgo de que se puedan incrementar los actos delictivos.

 

 

 

Por supuesto que se corre el riesgo de que esto suceda, urgen acciones inmediatas del gobierno del estado que frene la ola de inseguridad que lamentablemente se está disparando en la entidad. Ya no bastan los discursos, las declaraciones, las buenas intenciones; se debe aceptar que Tlaxcala se encuentra en un momento delicado donde debe imperar la coordinación de los tres poderes del estado, y no insistir que son casos aislados, atípicos y fuera de lo común, cuando cada vez se hace más frecuente escuchar a través de los medios de comunicación la incidencia de este tipo de hechos.

Lamentablemente, hoy día en los tres poderes impera la desorganización, el divisionismo, no hay directriz; de ahí que la sociedad es quien paga los platos rotos ante tales situaciones. Ahí está lo que acontece en el Tribunal Superior de Justicia, donde se vislumbra una ingobernabilidad y lucha de poder que en nada abonará a la impartición de justicia en el estado.

Tenemos un Congreso del Estado dividido donde las distintas bancadas buscan el protagonismo y la lucha de espacios al interior, tal es el caso del diputado Miguel Ángel Covarrubias Cervantes, quien precisamente preside la Comisión de Protección Civil, Seguridad Pública, Prevención y Reinserción Social, pero lejos de legislar en asuntos que competen a su comisión, se ha dedicado a ser protagonista de otras leyes, sabedor que ello le generará reflectores y permanecerá vigente en los medios de comunicación. Pero en materia de seguridad no ha propuesto ninguna iniciativa, sólo con bombo y platillo, al inicio de la legislatura y con varios invitados “especiales” destacando mandos policiales, instaló la Comisión de Seguridad Pública; desde entonces a la fecha, el tema donde es importante la creación de leyes que impongan penas severas a delincuentes, así como la urgencia del Fiscal General que combata de manera frontal a la delincuencia.

Las autoridades tlaxcaltecas están obligadas a reaccionar antes de que sea demasiado tarde, antes de que el problema sea incontrolable y la sociedad civil comience a sufrir las consecuencias de la pasividad y falta de estrategia del gobierno estatal para enfrentar la ola de inseguridad que tristemente crece en el estado como bola de nieve.

Relacionados