- Por Alejo Sánchez Cano.
La Ciudad de las Libertades de la que se jacta su regenta, solo existe en el discurso y en el mejor de los casos, solamente se aplica a los grupos afines a su gobierno.
Prohibido prohibir, Claudia. Frase que parece lapidaria en su proyecto político de suceder a López Obrador.
El conservadurismo de AMLO ya contagió a Claudia Sheinbaum, quien tiró línea en el congreso local para que se prohíban las corridas de los toros en la capital del país.
Más allá de entablar una discusión bizantina en torno a la fiesta brava el punto que exacerba el ánimo del aficionado, es el dogmatismo y la arbitrariedad que caracteriza a gobiernos autoritarios que, con un antifaz democrático, atropellan los derechos de los ciudadanos.
En la corrida de la Guadalupana un grupúsculo de provocadores, aceitados por Morena y el PVEM, acudieron a agredir a los asistentes a la Plaza México, quienes más con gesto de reprobación que de agresión, para contestar los epítetos endilgados por los manifestantes como el de ¡Asesinos!, pasaban haciendo mutis ante la protesta.
Desde el punto de vista económico, son miles de personas que viven de la tauromaquia y no solo hablamos de los matadores, ganaderos, promotores, etc., sino de aquellos vendedores y prestadores de servicios gastronómicos y productos relativos a la fiesta.
En momentos en que la CDMX es la peor de todas las entidades federativas en cuanto al crecimiento económico y la generación de empleos, se le ocurre a Claudia Sheinbaum intentar prohibir las lidias de toros con argumentos pueriles que se han esgrimido a los largo de décadas, sin llegar a conclusiones contundentes en torno a la vida que lleva un toro de lidia contra la muerte que padecen todos los animales que van a los mataderos del país para consumo humano,
Insistimos, lo que mueve esta reflexión es el latigazo propio de dictaduras que ha emprendido la jefa del gobierno capitalino contra la fiesta brava.
Si realmente le interesa ser una demócrata debería consultar, en todo caso, a los miles de mexicanos afectados por esta decisión, si están de acuerdo en que se cancelen definitivamente las corridas de toros en la metrópoli.
Si hacen una encuesta patito como las que acostumbran, pues ya sabemos desde ahora cual será el resultado, pero si realmente se quiere pulsar el ánimo de la población capitalina, es menester, informar en torno al impacto de la cancelación definitiva.
Un gobierno que se jacta de ser democrático no aplica a rajatabla la guadaña para cortar cabezas, sino que deja que la opinión de la sociedad prevalezca sobre cualquier tema.
El modus operandi de la mayoría de los que ahora son servidores públicos para llegar al poder, fue el de apropiarse de la patente de Corzo para organizar manifestaciones, plantones, movilizaciones, bloqueos y boicots contra las autoridades en turno y ahora que son gobierno, les causa un prurito
peor que el sarampión, que la gente disfrute de espectáculos que a ellos no les agradan por ser de “fifís”.
Cuando llegó Sheinbaum a la Jefatura del gobierno capitalino, una de sus primeras acciones fue el intento de cancelar la carrera de Fórmula 1, y ahora manda a la Gestapo que está en el congreso capitalino para cercenar el derecho de un sector de la población que disfruta y vive de la fiesta brava.
Prohibido prohibir es el reclamo generalizado que prevalece no solo entre los ciudadanos que gustan de esta fiesta, sino en general de la sociedad que defiende el derecho fundamental amparado en la carta universal de derechos humanos, a tener derecho a ganarse la vida honestamente y gozar de lo que resulte del libre albedrío, sin afectar el derecho de terceros.
Esperemos que los legisladores locales de oposición de la capital, voten en contra de este gesto dictatorial de Sheinbaum y en todo caso que la ley de la oferta y demanda, así como el reclamo de oportunidades de empleo y desarrollo, sean quienes determinen si la fiesta brava deba continuar o no. Publicado en El Financiero.”