Editorial

Afortunadamente han caído las primeras lluvias en territorio tlaxcalteca, sin embargo, no han sido suficientes para mitigar la sequía y la fuerte oleada de calor que se sigue percibiendo. De ahí la importancia de no bajar la guardia y seguir insistiendo en una campaña de reforestación.

De hecho, urge que los legisladores legislen en la materia, se necesita que se dictaminen sanciones elevadas para todas aquellas personas que sean sorprendidas quemando pastizales, ya que por este motivo se han generado incendios que han afectado grandes superficies de áreas verdes, provocando un daño irreparable al medio ambiente.

Realmente es un tema importante que se debe llevar al pleno y sobre todo se debe tomar con seriedad, toda vez que los estragos de estos actos irracionales los vivimos día a día y de no hacer nada, los estragos podrían ser mayores. Por supuesto que como sociedad debemos colaborar, incentivar cada vez más la cultura del reciclaje y re utilización, así como cada quien comprometerse a plantar por lo menos un árbol; de lo contrario podría ser demasiado tarde y el único legado que dejaremos a generaciones futuras será un desastre ecológico.

Como es el desastre cultural del cual hemos sido testigos los últimos días, luego del concierto operístico “El Guardián del Espejo” en las instalaciones del Palacio de Bellas Artes el pasado 15 de mayo, cuyo espectáculo a decir de algunas voces, fue disfrazado en homenaje al apóstol de Jesucristo, Naasón Joaquín García, líder de la Iglesia La luz del Mundo.

A pesar de la negación que hizo esta institución religiosa a través de un comunicado firmado por Eliezer Gutiérrez Avelar, ministro de Comunicación Social y Relaciones Públicas, en donde se precisó que ellos no convocaron al concierto, pues fue la Asociación de Profesionistas y Empresarios de México A.C. (APEM) quien lo hizo.

 

 

 

Además, acentuó que no existió un homenaje, ni se mencionó el nombre de persona o institución alguna en el concierto, se trató de un evento de carácter cultural y no de un acto protocolario para un reconocimiento u otra actividad que violentara la laicidad del Estado, ello pese a que los boletos y programas de mano decía claramente que se trababa de un homenaje al líder religioso. No obstante, varios legisladores, senadores y connotados integrantes de la clase política asistieron a este concierto de rigurosa etiqueta e invitación en mano, con un aforo a su máxima capacidad, invitados de 45 países y funcionarios de los tres niveles de gobierno en México, se presentó el concierto operístico.

Casualmente para que los seguidores de esta iglesia pudieran seguir el concierto, se instalaron pantallas gigantes en plazas públicas, de todas las capitales de México, entre las que destacan la Plaza de la Liberación en Guadalajara y la Macroplaza del Malecón de Veracruz, así como en medio centenar de ciudades internacionales y afuera del mismo Palacio de Bellas Artes, donde a decir verdad se congregaron un número significativo de seguidores de esta institución religiosa.

Por supuesto, las reacciones y críticas no se han hecho esperar, además con justa razón sobre todo porque se utilizó un recinto oficial que muy difícilmente es abierto para espectáculos artísticos, a menos que sean estrictamente culturales. Por ello los músicos de la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes protestaron el mediodía del domingo, para manifestar su repudio por la “pésima gestión” del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) pero ahora exigieron la renuncia de la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto Guerrero, y de Lucina Jiménez López, directora general del INBAL, debido a la realización del evento y denunciaron que durante dos días les negaron el acceso a los integrantes del Coro del Teatro de Bellas Artes para sus ensayos de la ópera “Salsipuedes”.

Para cualquier ciudadano común y corriente, resulta inverosímil esta acción en el Palacio de Bellas Artes; de hecho, parecía una broma de mal gusto que este concierto se hubiera podido desarrollar en este recinto cultural celosamente vigilado. Claro que deben rodar cabezas y la primera de ellas debería ser de la titular de la Secretaría de Cultura, solo se espera que el presidente López Obrador sea congruente y no permita estos atropellos en beneficio de la cultura y del estado laico de México.

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