El espejismo del nuevo comienzo

El espectáculo que algunos diputados en el congreso de Tlaxcala han protagonizado en días pasados, demuestra que detrás de las expectativas de cambio que tanto pregonaron los agoreros de Morena solo fueron espejismos creados a la conveniencia de los apoltronados legisladores. Arrancaron y llevan poco más de un mes y han dejado absortos a todos los que presencian las sesiones, ya que es evidente que estos legisladores, no están preparados, son simples “levantadedos” y, además, no tienen vergüenza, porque lo mismo votan por A que por B, cambian de bando y cambian sus preferencias como cambiar de calcetines.

Hacer leyes para que nuestro estado mejore no es algo fácil. Se necesita preparación y experiencia en diferentes ámbitos y sobre todo, un gran conocimiento de las leyes y sus alcances, y esto solo se obtiene en las universidades y centros de estudios políticos y sociales. No se obtienen en restaurantes, bares o panaderías o en las cajas de ahorro y menos en las presidencias municipales o de comunidad.

Andrés Manuel López Obrador ha insistido hasta el cansancio que el pueblo es bueno y sabio, pero quienes llevaron al congreso a los ahora diputados, Víctor Castro, José Méndez y Rafael Ortega demostraron con su elección que votaron con el estómago, solo así se entiende que estos personajes que se distinguen por su penosa actuación abanderen causas que nunca han entendido. Son lo que se puede llamar como legisladores patitos. Pero eso no es lo más grave, porque hay otros valores que cuentan y que no se enseñan en los salones de clases; se trata de la dignidad, la honestidad, la integridad, la verdad, el respeto, el compromiso y la ética; todos esos valores se maman, no se aprenden en los libros, y si los diputados, tengan la preparación que tengan, no recibieron en su casa esas enseñanzas, será difícil que se comporten a la altura de lo que requiere Tlaxcala. Y por eso vemos a individuos haciendo el ridículo como Víctor Castro que, cree que el Congreso del Estado es el lugar para exhibir su falta de tacto y criterio al emitir comentarios sin sustento; no dio la cara cuando al palacio legislativo llegaron los trabajadores del sector salud que defendieron a su líder Blanca Águila Lima, después de que el diputado la llamó “maquiavélica”, “maléfica” y “mafiosa” y también para reclamarle por las acusaciones de que en los hospitales se roban a los bebés.

A esto hay que agregar que el diputado José Méndez enfrenta una demanda por no devolver recursos por más de cinco millones de pesos a un patronato de una escuela privada en la ciudad de Huamantla, ¿con qué calidad moral se puede llegar al Congreso a aprender legislar si se ha infringido la Ley? Y del torero que ahora es diputado mejor ni hablamos, porque si para leer un documento le tiembla la voz, imagínese si es capaz de defender los intereses de sus representados.

Al inicio de la actual legislatura presenciamos solo una distracción mediática. Se hicieron bastantes señalamientos sobre el final de la legislatura de los diputados locales que pretendían reelegirse y muchos actores políticos especularon que estábamos frente al nacimiento de algo distinto. El resultado de las ceremonias de inicio de cualquier evento estimula el espejismo del ‘nuevo comienzo’, y con ello la formación de perspectivas exageradas.

 

 

Pero esto también sucede en el plano municipal, en el caso de la ciudad de Huamantla, cuando Carlos Ixtlapale llegó al gobierno era objeto de elogios porque se esperaba el cambio y la superación de los supuestos vicios de una administración panista que dejaba Raúl Cervantes. Y se plantearon expectativas descomunales porque se reforzaba la idea de que el Gobierno que llegaba había decidido conducir su acción con el enfoque del amor a Huamantla. Lo que significaba que este municipio ahora sí llegaría a los niveles más altos del desarrollo. Sin embargo, a los pocos meses vino la decepción. Y ahora mismo es un gobierno calificado como un entero fracaso y ejemplo de corrupción. De la misma manera después de Ixtlapale con la llegada del PAN a la presidencia de Huamantla, desmarcándose de cualquier elemento que tuviera que ver con el PRI, se anunciaba que el gobierno de Alejandro Aguilar seria “diferente” y de soluciones.

Ahora y después de casi dos años de la llegada de otro gobierno priista, plagado de promesas y proyectos juveniles, que aseguraba sería la mejor administración municipal que Huamantla haya tenido, las expectativas se han ido diluyendo porque simplemente no se observa un cambio efectivo de rumbo.

El presidente Municipal, Jorge Sánchez Jasso, ofrece mensajes alentadores, esos son habituales y no indican objetivamente nada. Lo único que es sólido son los actos orientados a modificar el cómo se gobierna. Es decir, más que el quién esté ahí y la declaración de intenciones, lo vital es cómo se despliega el poder: dónde y cómo se tomen las decisiones importantes, las formas de organización para efectuar las estrategias, y los mecanismos para autocorregir la política.

En este momento no se percibe una nueva forma de gobernar, tal vez porque los grupos en el poder evitan que se cambie el modo de gobernar, porque la apertura del gobierno a la reciprocidad ciudadana, les quita posibilidad de maniobra.

Sin duda los perfiles de quienes integran y han integrado el gabinete de Jorge Sánchez Jasso definen la manera en que se gobierna y con sus “resultados” precisarán que no se está pensando en la próxima elección; del mismo modo la llegada de un contador público a la dirección de seguridad puntualiza que no hay apertura a nuevas formas de concebir la seguridad y al combate de la delincuencia. Sin duda los límites del gobierno municipal están bien matizados en la propia estructura del gabinete. Ya expusimos que lo importante no es quién gobierna, sino cómo lo hace, sobre qué modelo lo haga; pero el perfil de los colaboradores está lleno de mensajes sobre el cómo se ejerce el poder. Las pruebas de esto son los constantes cambios en la tesorería municipal, en la contraloría, en la comisión de agua potable, la llegada de ex colaboradores de Carlos Ixtlapale, pero sobre todo la falta de cambios y resultados tangibles, palpables y perceptibles.

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