- Por Pablo Eliseo R. Altamirano
Los futurólogos, los apasionados de la predicción, profetas, científicos y adivinos de hoy coinciden todos en la imagen del futuro. Al unísono hablan de un acelerado progreso y evolución científica y tecnológica, en concomitancia con la precipitada extinción y exterminio de la naturaleza. Ven grandes avances en robótica, electrónica, cibernética y biotecnología. Predicen, apenas para el 2050, la proliferación, convivencia y mimetización de cíborgs, que será la nueva modalidad humana, con androides y robots, los cuales cohabitarán en ámbitos de climas artificiales, pues la alteración climática hará del planeta un lugar casi inhóspito, en la mayoría de los lugares. Anuncian la implantación de microchips en el cuerpo humano que dejará en desuso los teléfonos celulares, la necesidad de memorizar y a prender mediante el estudio. Con ellos se eliminarán tarjetas de identificación, de conducir, etc. Será difícil distinguir la realidad virtual de la realidad. Así mismo, hablan de reemplazar la comida natural por comida sintética. La crianza de animales empezará a ser sólo un registro en la historia, pues prevén la fabricación de carne artificial para abastecer la demanda de los casi 10 mil millones de personas que se cree habitarán para entonces. Abundará la manipulación genética en las frutas, verduras, hortalizas y cereales; también en personas. El deshielo de los glaciares, el incremento del nivel del mar, la contaminación excesiva, la esterilidad de la tierra, la escasez de agua, la presencia de pandemias por mutación de virus serán más frecuentes, entre otros. Todo esto aunado al turismo interplanetario, la colonización de la Luna y Marte, la creación de autos que se manejen solos. No obstante, a pesar de que las distancias en los traslados de un punto a otro se acortarán, el distanciamiento personal aumentará, la comunicación será mayoritariamente virtual, habrá incremento en la “conectividad” pero reducción en el contacto físico, de hecho, el contacto humano directo se considerará antihigiénico, incluidas las relaciones sexuales. Los modos de concepción estarán mediados por la tecnología en laboratorios, donde se podrán elegir las características deseadas en los próximos nacidos, los roles y modos familiares se transfigurarán y desfigurarán. En el campo de la ética se difuminarán las líneas de lo correcto y lo incorrecto; lo bueno y lo malo estará regido por la prevalencia, por la normalización y no por lo razonable. El cuidado de la vida no será el fin mayor de la existencia humana. La tierra, el aire, el sol darán miedo. Habrá algunas zonas utópicas y otras tantas distópicas, las contradicciones alcanzarán niveles no vistos; los máximos logros de la ciencia y la tecnología estarán al servicio del absurdo. Este es el futuro que predicen los estudiosos del devenir, colmado de “maravillas” y horrores. Maravillas para gozo y beneficio de los ricos y poderosos; y horrores para desgracia y padecimiento de todos los demás.
Los diseñadores del futuro ya escribieron el guion de cómo ha de ser “la vida” muy pronto, pues no se crea que hablo del futuro que le tocará ver a las generaciones que vienen atrás. No, éste es el futuro de los niños, de los jóvenes y los adultos menores a 45 o 50 años de hoy. Es una realidad acelerada, una realidad que viene con prisa; pero al fin y al cabo sólo una realidad de las múltiples posibles, ya que la última palabra aún no está dicha y los habitantes marginados del diseño del destino podemos decidir aceptar y ratificar el curso prediseñado o no. Otras realidades son posibles y mientras sean posibles serán una opción, pues lo probable no es todo lo que hay. Por ejemplo, al lanzar una moneda al aire es tan probable que caiga águila como que caiga sol, pero también es posible optar por no lanzar la monera. Igual ocurre si optamos por el futuro, es muy probable que se cumpla lo planeado, pero también tenemos la posibilidad de optar por otro camino, por girar hacia otro lado, incluido volver. El futuro es probable porque es la dirección que llevamos. Sin embargo, la renovación del porvenir es posible, pero para que se haga real es preciso cambiar la dirección.
La posibilidad supera la realidad, dice Kant. Moran en la posibilidad todos los modos de existencia, incluye el actual y la gama infinita de los modos no presentes. La posibilidad ofrece múltiples opciones, aunque de todas ellas sólo una es y puede ser real a la vez, por lo que elegir llevarla al plano de lo concreto implica renunciar al resto. No así la probabilidad, ésta se reduce al develamiento de la realidad en curso; no ofrece alternativas, sólo predice el resultado que ha de ocurrir si se ejecuta el acto pronosticado.
Ahora bien, las preguntas que debemos hacer son: ¿Es pertinente actuar para que se cumplan los pronósticos? ¿Eso que está previsto es lo que queremos, es lo que necesitamos? ¿La única forma de vida que debe prevalecer es “la racional”, ya ni siquiera la humana? ¿Hay formas de vida superiores e inferiores, los animales y plantas no merecen persistir? ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia, destruir? ¿El futuro probable permite que cumplamos con nuestra dignidad? Urge hacernos estas preguntas antes de dar el siguiente paso. No podemos esperar, el tiempo está llegando al límite, pronto no habrá día después para recuperar lo perdido.
Si la opción es renovar el porvenir, recuperar la vida que está desapareciendo, apartémonos del camino del futuro, del progreso, del crecimiento sin fin, de la adicción evolutiva de la ciencia y la tecnología como eje rector del conocimiento; dejemos de imaginarnos rodeados de novedosos avances tecnológicos, dejemos de imaginar una vida artificial, virtual. Dejemos de mirarnos habitando ficciones. Olvidemos absurdos como aquel que dice que “debemos prepararnos para el futuro”, mejor ocupémonos en regenerar lo que hemos dañado, en salvarnos del abandono en que hemos caído. Ocupémonos en reconstruir el mundo en lugar de atender el absurdo de prepararnos para la decadencia, llamada futuro.
Futuro, progreso, evolución, crecimiento son camino sin retorno, no es siguiendo adelante sobre la ruta de lo inerte como vamos a evitar perdernos, sino volviendo, reencontrándonos, desarrollándonos, permaneciendo, renaciendo. Ni un paso adelante, hoy volvemos a cuidar el origen generador de vida o no habrá salvación. No sé si esto sea probable, tampoco sé si los esfuerzos de quienes amamos la existencia de la vida por encima de la vida propia alcancen, pero sé que volver atrás es posible y eso me basta para hacer de mi tiempo una repetición de intentos por lograrlo.