CRÓNICAS DE YAUHQUEMEHCAN
El mundo náhuatl, riquísimo en literatura
David Chamorro Zarco
Cronista Municipal
Todos los pueblos del mundo, en cualquier momento de la historia, han trasvasado sus sentimientos y emociones a la literatura, por lo que cada verso, cada poema, cada cuento, leyenda o historia, constituyen en sí mismas parte del patrimonio cultural inmaterial de toda la humanidad.
Hay que aclarar que la literatura, si bien por definición académica es la relación estética de la palabra a través de la escritura, no debe entenderse que necesariamente el sistema de escritura debe ser fonético, como en el caso de nuestro alfabeto latino. Cualquier otro sistema de aprehensión de palabras y pensamientos constituye un canal adecuado para la preservación de las obras y, por extensión, del pensamiento. De este modo, la literatura que se ha producido y preservado a través de cualquier medio, habla de la grandeza y trascendencia de toda la humanidad.
Bajo esta premisa, como lo estableció desde hace siglos en su Apologética Fray Bartolomé de Las Casas, los pueblos que existían en la Mesoamérica previo a la llegada de los europeos en las primeras décadas del siglo XVI, no eran pueblos incultos, salvajes o incivilizados, a la luz del análisis que hace el dominico, basado en los principios y directrices del propio Aristóteles que se reconocía por la España de la época como una autoridad válida en la materia. Del mismo modo, la extraordinaria obra de Fray Bernardino de Sahagún, tomada directamente de las fuentes escritas y de sus informantes vivos, permitió establecer que, pese a la destrucción de mucha obra, los pueblos mesoamericanos, muy en concreto los de habla náhuatl, eran comunidades de gran arte y cultura en todas las disciplinas, y muy en particular, en la producción literaria.
Aunque es muy breve este espacio de divulgación, sólo me atendré a sostener que los pueblos nahuatlatos, antes, durante y después de la llamada Conquista, produjeron importantes obras literarias de diversos géneros, y que debemos tomarnos un tiempo para acercamos a conocer sus alcances maravillosos, su estética preservada a pesar de la traducción a la lengua española, y su labor moralizante o edificante en favor de la mejora individual y colectiva.
Del México antiguo, es decir, del previo al arribo de las huestes de Don Hernando Cortés, tomo algunos ejemplos, sobre todo procedentes de la épica y la cosmogonía de nuestros antepasados, para luego referir la obra de algunos poetas de gran trascendencia. Ya he referido en alguna ocasión la grandeza, por ejemplo, que se le daba a animales como el tlacuache que incluso mereció la atención total del Maestro Alfredo López Austin para redactar su obra «Los mitos del tlacuache» Referiré de manera sucinta la leyenda que acaso sea una de las obras más conocidas de la literatura náhuatl prehispánica y que fue retomada y comentada por el insigne Padre Ángel María Garibay K., en un volumen titulado «Tres opúsculos del siglo XVI» publicado por la UNAM, de donde se desprende la famosa Leyenda del Quinto Sol en donde se narra que, al extinguirse las cuatro eras y los cuatro soles anteriores, todos los dioses se reunieron en Teotihuacan para crear al quinto sol, para lo cual se solicitó que una deidad se inmolara. Ofreciéronse al punto Tecucitécatl, un dios poderoso y rico, y también Nanahuatzin, un dios pobre y enfermo. Durante cuatro días ardió inmensa la hoguera ceremonial y, llegado el momento, se pidió al dios rico y poderoso que se arrojara al fuego, pero tuvo miedo una y otra vez; en cambio, el dios pobre y enfermo, sin apenas pensarlo, se lanzó de inmediato al interior del fuego; el otro, al sentirse avergonzado, también lo hizo. Ya casi al apagarse el fuego entraron el jaguar y el águila, y por eso quedaron del color que les distingue. Así fue como nació el quinto sol, aunque, como en un primer momento hubo dos astros, Quetzalcóatl, tomando un conejo, apagó al segundo que desde entonces es la luna y por eso tiene la figura que, cuando luce en su fase plena, vemos con la figura de ese animalito.
En la brevedad es tas palabras sencillas, se puede adivinar la grandeza literaria de nuestros antepasados. Ahora bien, desde el punto de vista de la poesía, el gran Maestro Miguel León-Portilla, nos ha regalado un libro maravilloso —disponible de manera gratuita en internet para quien desee acudir directamente a la fuente—, que se titular «Quince poetas del mundo náhuatl». En él se da puntual relación de diversos hombres y una mujer amantes de la flor y el canto que cultivaron tanto la retórica como la poesía en esta lengua tan maravillosa de nuestros antepasados. Desde luego, la figura más importante a resaltar en Nezahualcóyotl de Texcoco, el rey poeta, a quien bien podría llamarse el Salomón de México por la profundidad de sus conocimientos y la enormidad de su obra. Más, de la misma manera, había que conocer a quienes, desde la región tlaxcalteca – poblana se dedicaron a este arte, destacando en primer sitio, dos figuras de primera importancia del Señorío de Tizatlán, que fueron Xicohténcatl, a quien apodamos El Viejo, para diferenciarlo de su hijo Axayacatzin, y también otro hombre poeta llamado Xayacámach, también de la misma localidad. Asimismo, fueron muy famosos en su momento Tecayehuatzin de Huejotzingo y, por supuesto, Ayocuan. Transcribo, para que se valore, la belleza de la poesía de nuestro Xicohténcatl «Resuenan los timbales color de jade, lluvia de florido rocío ha caído sobre la tierra. En la casa de plumas amarillas está lloviendo con fuerza. Su hijo ha bajado, en la primavera desciende de allí, es el Dador de la Vida. Sus cantos hacen crecer, se adorna con flores en el lugar de los atabales, se entrelaza. De aquí ya salen, las flores que embriagan, ¡alegraos!».
Desde luego que el proceso al que llamamos La Conquista de México, igualmente quedó consignado en la literatura, por una parte, a través de la obra del propio León-Portilla conocemos «La visión de los vencidos», en donde queda la imagen doliente de quienes miraron desplomarse su mundo en muy poco tiempo; lo mismo puede leerse en el último libro de la obra del padre Sahagún. Empero, nosotros, desde Tlaxcala, a través de nuestros antepasados, tenemos otra versión de los hechos, la de los vencedores —lo digo sin ánimo de levantar polémicas ni morbos ni sorna, sólo evidenciando el hecho histórico—, y poseemos un «Canto tlaxcalteca a la conquista de México» que hace algunos años el entonces Instituto Tlaxcalteca de la Cultura tuvo el tino de producir en un disco titulado «La voz del colibrí», con la participación del gran escritor Willebaldo Herrera Téllez. Aquí se narra en ánimo combativo y festivo la marcha de los tlaxcaltecas y los huejotzincas a la toma de la ciudad de México – Tenochtitlan y el testimonio de cómo los que antes eran los opresores que les tenían sujetos, son reducidos. He aquí unos cuántos versos del poema: «[…] Ved cómo bailan ellos con escudos. Les hemos abatido. […] ¿Qué será de vosotros? Empero, empiece el baile. ¡Cantad, amigos míos! Todos unidos, en el camino, mostrad esfuerzo. […] ¡Oh, tlaxcaltecas, cómo lo hicimos! […] Como que todos se han aferrado a los escudos, los de varias naciones que están al lado nuestro, ¡oh, tlaxcaltecas y huejotzincas! […] Se puso a bailar aquí el príncipe Apopócatl con su escudo, y con él ¡cuántos tienen escudos engalanados de pluma de garza! Los príncipes que se aprietan en filas, frente a vosotros, tlaxcaltecas y huejotzincas. […] ¡Ya se derrumba la muralla de las águilas! ¡Ya se derrumba la muralla de los tigres de Tecuihuitl! […] Ya se presentaron las naves de los castellanos. Los que moran en chinampas son rodeados por la guerra; son rodeados por la guerra el tenochca y el tlaltelolca. ¡Ya es bien vencida Tenochtitlan, ya palidecen de terror sus hijos! […]»
Desde luego que luego del proceso al que llamamos comúnmente La Conquista de México, y la lenta instauración de la Nueva España, se siguió produciendo literatura en lengua náhuatl. Ya he hablado en alguna otra colaboración acerca de los Autos Sacramentales, también conocidos como obras del teatro edificante, escritos en náhuatl para la representación y la mejor comprensión de los conceptos del cristianismo. El Padre Ángel María Garibay K., se tomó en hombros la titánica labor de generar un compendio global de la producción en lengua náhuatl que fue publicada bajo titulo de «Historia de la literatura náhuatl» acogido, igual que otras obras del insigne religioso, historiador y poliglota, por la benemérita editorial de Don Miguel Porrúa.
Estoy cierto de que en los últimos años se ha seguido produciendo literatura en lengua náhuatl. A manera únicamente ejemplificante menciono el poemario « Auiyan mestli xochiuenuentsin = Cardos floridos para la luna de plata», mismo que fue compilado por el Maestro Isaías Bello Pérez, y que demuestra como él y otras personas interesadas en la difusión y fortalecimiento de la lengua náhuatl, siguen produciendo contenidos originales en este rico idioma.
De este modo, incluso para quienes no tenemos la gracia de ser nahuatlatos, pero conscientes de la trascendencia de la lengua y de su capacidad expresiva para decir sentimientos y emociones, lo mismo en el México antiguo, que durante el período virreinal y aún en la época contemporánea, es obligado hacer un alto y recordar con reverencia a nuestros antepasados por su grandeza creativa, por su sensibilidad, por las metáforas e imágenes que han trascendido la barrera del tiempo. La lengua náhuatl que algún día se habló de manera generalizada en estas tierras de Yauhquemehcan, de Tlaxcala y de buena parte de lo que hoy es la nación mexicana, merece la debida consideración y respeto. A pesar de que leamos las obras ya traducidas al español, no demerita la sensibilidad exquisita de un pueblo que durante siglos tuvo un vehículo maravilloso de comunicación que fue capaz de hacer joyas de oro y de jade con la flor y el canto.