David Chamorro Zarco
Cronista Municipal
El Barrio de La Magdalena Tepepa es una localidad muy importante del Municipio de Yauhquemehcan, concretamente de su cabecera municipal. Aunque, en términos relativos tiene poca población, su extensión territorial es muy considerable. Sus habitantes, siempre dinámicos y trabajadores, han sabido mantener su apego a la tierra y a las tradiciones agrícolas con algunas otras de índole moderno como la industria, el comercio y los servicios, y la infancia y la juventud, de manera afanosa, acuden a los centros educativos de diversos niveles para formar su carácter, su inteligencia y lograr tener gente de beneficio, a través del ejercicio de profesiones, artes u oficios que les permitan contribuir al engrandecimiento de su localidad.
Al Barrio de La Magdalena no se le puede referir sin recordar su ancestral y muy arraigada tradición de carnaval. La «Camada de Lujo de La Magdalena Tepepa» ha sido desde hace muchas décadas una agrupación artística y cultural que ha tenido la ocasión de tener muchas presentaciones no sólo en Tlaxcala, sino en diversas entidades del país, participando incluso ante medios de comunicación de gran renombre, como canales de televisión nacional, para difundir su raíz, su arraigo, sus tradiciones y el tamaño de su cultura. Hoy, justamente, 22 de julio, este barrio está de plácemes pues se celebra la festividad de Santa María Magdalena a cuya veneración se han acogido los habitantes de esta comunidad desde hace muchos, muchos años.
María Magdalena o María de Magdala es uno de los personajes más importantes del cristianismo, aunque diversos aspectos a lo largo de la historia han terminando trastocando su imagen, de manera que, aunque sea con estas humildes consideraciones, me parece trascendental remarcar su importancia dentro de la tradición cristiana. En primer sitio, hay que decir que nada tendría que dudarse de su protagonismo, pues tanto la Iglesia Católica, como la Ortodoxa y la Comunión Anglicana —en una palabra, todos los cristianos del mundo—, han concedido y reconocido a María Magdalena la calidad de la santidad y se le celebra con toda dignidad en el mundo entero justamente esta fecha, el 22 de julio.
Lamentablemente —hay que reconocerlo con todas sus letras—, muchos intereses de poder se han interpuesto a lo largo de los siglos para procurar el control de la historia y sobre todo para evitar, en este caso, el reconocimiento igualitario a las mujeres en todos los órdenes. Es cierto que venimos de una tradición judaica en donde en algunas partes de la Biblia se establecen fuertes restricciones a la participación social, económica, cultural y religiosa de las mujeres y que incluso llegó a pensarse, decirse e incluso a escribirse, ya dentro de la era cristiana, que las mujeres debían guardar silencio en torno de las cuestiones de la iglesia y abstenerse de enseñar. Hoy comprendemos que fueron otros tiempos, que se respondía a otro esquema de valores, y, no obstante, este tipo de creencias terminaron, con el paso de los siglos, por restringir de manera muy marcada la participación y la calidad de las mujeres, no sólo en el ejercicio religioso, sino en toda su actuación social.
Para el caso de Santa María Magdalena, fue muy lamentable que, por distorsiones muy mal intencionadas, se haya difundido la confusión de que se trataba del personaje a que conocemos como la adúltera arrepentida, o sea, la mujer a la que el pueblo trata de ajusticiar y le toman parecer a Jesús sobre lo escrito por la ley a lo que él responde que debe tirar la primera piedra quien esté libre de pecado. A partir de este hecho, se fue formando una leyenda negra en torno de María Magdalena, diciendo que se había dedicado al ejercicio de la prostitución, y aunque las enseñanzas expresas de Jesús versaban en torno del perdón, la verdad es que los valores sociales y los estereotipos difundidos y enquistados a lo largo de siglos, fueron poniendo un velo sobre esta mujer tan importante, al grado de relegarla a un muy lejano lugar en el momento de hacer la reconstrucción de la historia del cristianismo primitivo.
Hay que dejar en claro también que durante los primeros años y décadas del cristianismo primitivo —desde la muerte y resurrección de Jesús hasta finales del siglo I, aproximadamente— las mujeres tuvieron un lugar muy importante en las enseñanzas y difusión de los postulados, principios y líneas de actuación de los primeros seguidores de esta religión. No obstante, como sucedió también en otros aspectos, en cuanto la iglesia se fue haciendo más fuerte y poderosa, al grado de quedar institucionalizada como parte del Estado —o al menos en vías de ello— por disposición del Emperador Constantino a principios del siglo IV, los intereses se fueron haciendo más obtusos y el control del poder se hizo mucho más riguroso. No hay por qué extender más este comentario, pero sólo me ajustaré a decir que ya durante la Edad Media, tanto las mujeres en lo general fueron relejadas de muchas actividades de importancia en el ejercicio religiosos, como María Magdalena quedó cubierta por una cierta sombra que negaba su participación de primer nivel dentro de la historia e impulso inicial del cristianismo.
No hay que olvidar que, más allá de las leyendas —la asociación errónea de María de Magdala con el ejercicio de la prostitución, con confusión con otra mujer que ungió con perfume los cabellos y los pies de Jesús y hasta la idea de que se trató de la compañera y esposa del Mesías—, lo cierto y aceptado por todos los ritos cristianos es que María Magdalena ayudó con recursos y acciones a la difusión y labor de Jesús y los apóstoles, que fue muy cercana del Señor y, acaso lo más importante, a diferencia de los varones que parece que se llenaron de miedo y se dispersaron como ovejas, apenas fue herido el pastor —parafraseando lo señalado por los Evangelios— María Magdalena fue de las pocas que se atrevieron, con todo el dolor y la consternación, a ser testigos de la crucifixión y muerte de Jesús en lo alto de la cruz y fue la primera persona en dar testimonio de la resurrección, comunicándolo a los otros seguidores.
Confieso que no tengo ni los conocimientos ni los elementos suficientes para postular algún discurso teológico o de interpretación fehaciente de los Evangelios, pero sí sé decir que, en este caso, en las palabras mismas del Papa Juan Pablo II, las mujeres demostraron tener más fuerza y valentía que los varones en instantes decisivos, cruciales y de mucho dolor para la historia del cristianismo. Este sólo hecho debiera bastar para haber dado, a lo largo de veinte siglos de historia, un lugar de primera fila a María Magdalena entre las heroínas de esta historia y, lamentablemente, debido a nuestros esquemas de valores y creencias que nos han atado al machismo o a la sociedad patriarcal, apenas estamos esbozando a estas alturas.
Esta reivindicación de María de Magdala se debe en mucho a las consideraciones en que su momento fueron expuestas por el Pontífice Juan Pablo II, al dar la categoría de «la apóstol de los apóstoles» a María Magdalena que, aunque lingüísticamente todavía significa un lugar secundario, pues es perteneciente a, o detrás de los discípulos, ya le concede el debido reconocimiento por su labor tan cercana de Jesús. En el mismo sentido se pronunció el recientemente fallecido Papa Francisco quien ordenó elevar la categoría de la celebración festiva en honor a Santa María Magdalena.
En lo personal, creo que la iglesia católica tiene todavía mucho que andar y comprender para dar su justo lugar, no sólo a María de Magdala, sino a todas las mujeres que son en sí mismas el sustento de la feligresía. La gran mayoría de quienes participan como personal voluntario para el desarrollo de las diversas actividades de promoción, difusión y desarrollo de todo tipo de actividades al interior de la iglesia, son mujeres y, no obstante, en mis muy humildes entendederas, sigue sólo dándoseles un papel secundario y muy lejano en las actividades sustantivas de la institución.
No podría aventurar la propuesta de que las mujeres fueran envestidas para el desarrollo de la actividad sacerdotal y de las dignidades más altas; a lo mejor no sería tan descabellado considerarlo en un mundo en donde los cambios de paradigmas están obligándonos a reflexionar y entender a la sociedad de un modo muy diferente a lo que vieron nuestros padres y nuestros abuelos. Pero, aunque no sucediera de esta manera, me parece que es fundamental no regatear la importancia de las mujeres en el ejercicio de cualquier tipo de actividad religiosa, pues, exactamente igual que sucede con el resto de los apartados de la educación, en ellas recae la gran mayoría de la responsabilidad formadora de las nuevas generaciones. Si la iglesia católica no se abre a discutir y actuar en torno de la defensa de los derechos de las mujeres o en relación de la defensa efectiva de ellas ante las muchas manifestaciones de violencia de las que son víctimas todos los días, se corre el riesgo de seguir perdiendo, como ha sucedido hasta hoy en las últimas décadas, cada vez más católicos dentro de las filas de la feligresía.
Por lo pronto, queda este pensamiento de reivindicación necesaria de una mujer importante y extraordinaria que fue María de Magdala, y vayan también nuestros parabienes a todas y todos los habitantes del Barrio de La Magdalena Tepepa, deseando que su sentido de la unidad comunitaria siga creciendo y que pasen su fiesta en alegría y con unión familiar.