- Redacción
Gabriela Ortiz se convertirá este 2019 en la primera mujer en encabezar una residencia de composición en la Orquesta de las Américas, agrupación conformada por jóvenes músicos de todo el continente que se encargará de montar su obra Hominum.
“Me siento muy honrada de que este año la orquesta me haya nombrado compositor en residencia”, explica en entrevista Ortiz, quien desarrolla una tarea que antes han desempeñado compositores de alcance mundial como el mexicano Arturo Márquez, el estadounidense Philip Glass, el estonio Arvo Pärt y el polaco Krzysztof Penderecki, entre otros.
Por su afán internacionalista, la Orquesta de las Américas puede contribuir a la reconciliación entre países, valora la compositora mexicana.
“La música es un espacio universal, es un arma muy poderosa justamente para romper con esas fronteras, es mucho más profundo el nivel de comunicación. Creo que eso hace que nos entendamos mejor como seres humanos y que podamos convivir de una manera más equitativa, una manera más justa”.
La inclusión y la equidad de género se han ido conquistando en el ámbito de la música profesional, las orquestas se dan cuenta de la necesidad de este equilibrio entre mujeres y hombres, opina. A la par, existe otro desafío: el de lograr que la música latinoamericana sea más escuchada, mejor reconocida en otros ámbitos del mundo.
La música occidental europea domina los estudios académicos, subraya Ortiz, pero en contraste es poquísimo lo que sabe Europa de autores como el brasileño Heitor Villa-Lobos o los mexicanos Silvestre Revueltas y Carlos Chávez.
En catálogos eurocentristas, acusa la compositora, se sigue pensando que el instrumento característico de la música latinoamericana es la conga, mientras que los estudiantes de música mexicanos saben perfectamente quiénes son Schumann, Schubert o Brahms.
“Necesitamos también que Europa voltee a ver lo que pasa afuera del continente”, un rol para el que la Orquesta de las Américas está debidamente dotada.
Durante su carrera como compositora, Gabriela Ortiz ha logrado sumar diversidad de discursos, herramientas y tradiciones musicales. “Igualmente puedo apreciar un son jalisciense que una obra de Mahler”.
Aunque en sus obras son reconocibles distintas identidades populares de México, la artista asegura que las emplea porque forman parte de su vida íntima: de su infancia, sus recuerdos, su juventud, y no por cumplir por alguna agenda nacionalista, un programa temático ajeno.
Al contrario, opina que es tarea y derecho de cada artista elegir y explorar el lenguaje que le parezca más adecuado para conocerse a sí mismo y lograr su identidad expresiva.
“Si la música está hecha con convicción, está hecha con emoción, con el corazón, con toda esa fuerza y con toda esa dedicación, con pasión, sí comunica. Y eso es lo importante, que la música tenga algo que decir y que comunique”, concluye.