En 100 días, peregrinaciones que saturan Palacio Nacional

CIUDAD DE MÉXICO (Apro).- Son las 5:00 de la mañana y el frente de Palacio Nacional luce atestado por tiendas de campaña que piden ayuda para un grupo de desplazados de Guerrero que ha prolongado su estancia desde hace un mes. Sus mantas piden libertad para presos políticos, justicia para movimientos sociales bajo asedio y, en su entorno, otras causas convergen en torno a la puerta que da acceso al edificio donde se ubica el despacho presidencial.

Se cumplen cien días de gobierno y, entre el campamento, un grupo que exige restitución de fondos para organizaciones de la sociedad civil encargadas de dar atención a personas de la tercera edad, lanza consignas y muestra los carteles de su inconformidad.

Pero es el campamento que se extiende de la puerta al Patio de Honor, pasa por la del Patio Central y acaricia la del Patio Mariano, el ocupante de la mayor parte de la fachada, mientras que por la calle de Moneda, unas 200 personas, la mayoría ataviadas con batas blancas, exigen restitución de plazas laborales, reubicación y otras reivindicaciones que rubrican con su lugar de procedencia: de Tijuana a Morelos, de Tlaxcala a Macuspana, municipio este último de donde es originario el presidente Andrés Manuel López Obrador.

La fila ha iniciado también, menos contestataria, por la calle Correo Mayor, donde se ubica el acceso a un conjunto de edificios dentro de la sede del Ejecutivo federal, puerta de acceso a los módulos de creación reciente, dedicados al área de atención ciudadana de la Presidencia, que a diario recibe un promedio de 495 peticiones, según el recuento oficial.

Es una peregrinación de mujeres y hombres que llevan en folders envueltos en bolsas de supermercado los expedientes de sus causas, los oficios de sus gestiones, las huellas documentales de sus mayoritariamente trágicas situaciones, que cargan junto con su esperanza por resolverlas.

Cada mañana, durante los últimos cien días, cientos de personas arriban a las inmediaciones de Zócalo capitalino, cargados de peticiones, conflictos cuya solución ha sido aplazada a través de los años, problemas personales lo mismo de deudas que relacionados con falta de acceso a la justicia y, en ocasiones, expresiones de apoyo al inquilino de Palacio Nacional.

Desde el lunes 3 de diciembre, primera jornada hábil del presidente Andrés Manuel López Obrador, las vallas que hasta el sexenio pasado circundaban el histórico inmueble, elegido en esta administración como sede, despacho y esporádica residencia, posibilitan el arribo de peregrinaciones que hace 100 días eran imposibles.

Hasta el pasado 4 de marzo, Palacio Nacional había recibido más de 180 grupos con diversas problemáticas, para hoy, ya suman 200 grupos, incluidos los cuatro que esta mañana de los 100 días se concentran en el exterior de la sede presidencial.

Estampas inverosímiles

Sin los precintos policiacos que se extendían hasta 10 cuadras a la redonda del Zócalo ni las formaciones de granaderos que se apostaban en los accesos de las estaciones cercanas del Metro (Zócalo, Pino Suárez, Allende y Bellas Artes), fue posible advertir, diseminadas por el sector, caravanas de vehículos.

Era el 4 de diciembre, cuando la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), sesionaba en el antiguo edificio del Ayuntamiento, con la beligerancia de los gobernadores de Michoacán, Silvano Aureoles, de Nuevo León, Jaime Rodríguez y de otros que más tímidos, se oponían a diferentes decisiones del nuevo gobierno.

Después de comer, salieron a pie y caminaron por el Zócalo, sin los vehículos que suelen usar ni el personal de seguridad y asistencia que forma séquitos; entraron por la puerta que suele concentrar manifestaciones, tras un desfile inusual, desprovisto de los cuidados, vallas y custodias, no sin encarar algunos reclamos y consignas.

 

 

Por inverosímil que fuera la estampa, el desfile de gobernadores no fue una protesta, como sí lo sería la de los alcaldes perredistas del 20 de diciembre y que, paradójicamente, se percibió más estridente que la de los movimientos sociales que han llegado hasta Palacio Nacional.

Ese día, los munícipes llegaron tronando cohetones, exigiendo audiencia con el mandatario federal, para tratarle el tema presupuestal. La mayoría procedían de Michoacán, la entidad donde el gobernador Aureoles se había pronunciado con más insistencia contra las decisiones del nuevo gobierno, en demanda de recursos para Ramo 23, que asigna presupuesto para infraestructura en los municipios.

De Bucareli al Centro

Epicentro de la política interior, receptáculo de todo conflicto, el Palacio de Bucareli, fue en las últimas décadas destino de interminables caravanas, marchas y protestas que, dependiendo de su adscripción, eran recibidas con vallas, gases, escudos y toletes, o bien, por burócratas que como oficialía de partes atendían “una comisión” de dirigentes para “canalizar” sus demandas.

Las inmediaciones de Bucareli dejaron de ser eso, pues las concentraciones llegan a Palacio Nacional con las más variadas exigencias:

De acuerdo con Leticia Ramírez, responsable de Atención Ciudadana de la Presidencia, las principales demandas grupales son de carácter laboral.

Hasta aquí, han llegado las luchas de vieja trayectoria, como los extrabajadores inconformes de Mexicana de Aviación o de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), pero también las de burócratas despedidos en estos cien días, como parte de la política de austeridad en la que insiste el presidente, como la de hoy, integrada por empleados afectados del sector salud.

Las hay de disidente del sindicato petrolero, que exigen intervención para la democracia interna o bien, para llamar a cuentas al veterano dirigente, Carlos Romero Deschamps, que arribaron a la zona el 18 de febrero, un día antes de que militares en retiro llegaran sin demanda, sólo a expresar su apoyo a López Obrador.

De entre quienes llegan a dar muestras de apoyo, algunos sólo se proponen saludar al mandatario al ingreso, otros se dirigen directamente a la calle de Correo Mayor, como dos campesinos procedentes de San Luis Potosí, cuya comunidad se cooperó para enviarlos a pedir infraestructura para su pueblo enclavado en el desierto, muy cerca de Matehuala.

Más adentro, un piso entero está dedicado a la clasificación de oficios, muchos de estos escritos a mano, que deben digitalizarse y transferirse a cada dependencia relacionada con la demanda específica. Se apilan oficios de 50 mil personas al 4 de marzo, día en el que Apro recorre las instalaciones de Atención Ciudadana y donde aún lucen cerradas las cajas de la más reciente gira presidencial, que en eso también hay cientos de oficios, cartas y peticiones.

Una centralita telefónica recibe otras gestiones. A veces, el llanto de una madre con un hijo desaparecido, otras, alguna persona con deudas personales que espera apoyo para resolver su situación, las hay de diversa índole, pero principalmente sobre situaciones de desatención en salud y unas más para expresar apoyo.

En una de las oficinas ya convertida en bodega, se reúnen y clasifican los obsequios: ahí está el retrato de cuerpo entero que le entregaron en la reciente gira por Veracruz; un tigre esculpido en madera de la gira por Chiapas; artesanía, abundantes bolsas de café de diferentes regiones; libros; billetes de dos dólares y otras tantas ofrendas que suele recibir el presidente.

 

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