Redacción.- Existen otras pandemias cuya prevalencia está causada o agravada por las actividades humanas. En los océanos los organismos marinos también se ven asolados por enfermedades infecciosas emergentes que amenazan su supervivencia.
A escala planetaria, el ejemplo más catastrófico es el de los arrecifes de coral: durante los últimos 40 años se ha perdido entre un 40 y un 75% de su extensión según las regiones, y aunque las causas de esta pérdida son múltiples, son las infecciones causadas o inducidas por la actividad humana, y sobre todo el cambio climático, las que están diezmando sus poblaciones.
En otro ejemplo funesto, desde 2013, millones de estrellas de mar de más de 20 especies diferentes aparecen muertas cada año en las costas del Pacífico norteamericano entre México y Alaska, afectadas por virus y otros patógenos aún poco conocidos.
La frecuencia y virulencia de brotes infecciosos en peces marinos se han visto incrementadas por la intensificación de los cultivos marinos, tanto en las propias granjas, con el ejemplo de las desastrosas pérdidas de salmón de acuicultura en Chile a partir de 2007 por un virus de la anemia traído en ejemplares traslocados desde Noruega, como en el medio natural, con el notable caso de la epidemia mortal de una nueva y aún poco conocida enfermedad ulcerosa en la piel de numerosas especies de peces de las islas Galápagos.
A la amenaza que suponen para la biodiversidad marina los brotes epidémicos de enfermedades infecciosas se suman los demás factores humanos que la destruyen (sobrepesca, contaminación, destrucción de hábitats y especies invasoras). Pero es el cambio climático y sus derivadas (calentamiento y acidificación del agua, cambios en la salinidad debido a riadas o sequías, incremento de la frecuencia de los grandes temporales, etc.), los que están catalizando la amplitud de las pandemias marinas, al actuar tanto sobre los huéspedes (aumento de la susceptibilidad a las infecciones) como sobre los patógenos (incremento de su rango de distribución y virulencia). También es destacable el papel de las basuras marinas, al haberse descubierto que los fragmentos plásticos facilitan la dispersión de patógenos.
La gestión de las pandemias marinas requiere de vigilancia, la cual puede ser organizada a través de iniciativas de ciencia ciudadana, como es la red de ‘Centinelas del Mar’ impulsada por la Universidad de Murcia. Pero, sobre todo (y esto también sirve para luchar contra los agentes patógenos que amenazan al ser humano), tenemos que conservar los ecosistemas en un estado óptimo de salud, con el fin de oponer barreras naturales a la transmisión de las enfermedades y permitir una mayor frecuencia de genotipos resistentes.