Poder, permiso de ser

 

  • Por Pablo Eliseo R. Altamirano

 

La más odiosa de las penas del hombre es ansiar mucho y no poder nada, nos dice Heródoto. ¿Qué deseamos? ¿Qué necesitamos? ¿Qué podemos? ¿Qué se requiere para poder? ¿Qué es el poder? ¿Cómo obtenerlo? Sin duda, éstas son preguntas fundamentales a las que hay que volver constantemente.

En principio, hay que decir que el poder existe y es algo, aunque nada óntico concreto; pues no tiene un aspecto definido ni materialidad, tampoco colocación específica. Sin embargo, sí posee sustancia ontológica, la cual es posible sondear en el permiso que permite ser. Permiso manifiesto en la causa eficiente de las cosas, orientada por la causa final y condicionada por la causa material y formal. Esto, siguiendo a Aristóteles.

Lo anterior significa que el poder no es algo aparte de las otras cosas, ni se encuentra sólo en algunas, sino que es propiedad de todas y cada una sin excepción. Por mor, no es privativo de “los poderosos”, ni del Estado, ni de los llamados poderes fácticos. No es exclusivo de quien gobierna, domina, somete o controla; también el gobernado, dominado o sometido tiene poder: todos y todo lo existente, débiles o fuertes; cada cual en la medida de su potencia y potencialización.

Sin embargo, muchos desatinos se piensan, dicen y escriben al intentar hablar de él. Por ejemplo, que el poder corrompe, que el poder es un fenómeno privativo de la libertad, que anula la voluntad aún sin someterla, según Niklas Luhmann. También se dice que se halla en cualquier caso de imposición, que es el ansia de acrecentamiento, concentración y conservación, que es “malo” y tanto más.

Sobre las diversas y principales conjeturas teóricas, he de apuntar que el poder no es un concepto: se ha conceptualizado en torno a él. Tampoco es un afán, como Nietzsche y Schopenhauer lo expresaron, incluso Freud, al hablar de la voluntad de poder, diciendo que ésta se manifiesta en la búsqueda por lograr los deseos[1]. De igual manera, no es el resultado de la imposición de la voluntad propia sobre los demás, dentro de las relaciones sociales o el ejercicio de la fuerza contra algo para dominarlo, tal como lo define Max Weber. Maquiavelo de manera análoga, aunque con matices que lo diferencian, converge con Weber, al decir que el poder es la capacidad de obligar a otros a la obediencia, y agrega: “todo es válido en la práctica del poder”. Es decir, en la práctica de obligar.

El poder tampoco es relación. Aristóteles, en esta línea discursiva, arguye que puede verse con claridad en la trama política, donde los que mandan y los que obedecen no son siempre los mismos, sino que van rotando de acuerdo al ejercicio del poder. En tono similar, aunque distinto, Michel Foucault lo define como una relación estratégica y compleja. Él nos dice que el poder no es una institución, ni una estructura, ni una cierta fuerza con la que estemos dotados, es una relación de fuerzas. Además, apunta que el poder al ser resultado de las relaciones, está en todas partes. Es de ahí que habla de la Microfísica del Poder[2]. Foucault pone particular énfasis en la función de las disciplinas como método de ejercicio del poder.

Por su parte, Gilles Deleuze refiere al poder no como un dominio, ni como una voluntad, ni como una relación disciplinaria sino como una forma de control. Es posible que los más duros encierros lleguen a parecernos parte de un pasado feliz y benévolo frente a las formas de control en medios abiertos que se avecinan, expone el filósofo francés. Según esto, a diferencia de lo que sucedía en la sociedad disciplinaria, que estudió Foucault, en las actuales sociedades de control el acento no se coloca en impedir la salida de los sujetos de las instituciones que los subyugan, sino en obstaculizarles la entrada. Se fomenta, nos dice, la formación on-line, el trabajo en casa, sin horarios, sin nadie que esté vigilando. Se confina a las personas a ningún lugar, pero se les tiene perfectamente ubicables. Así pues, sin que el fenómeno que devela Deleuze carezca de veracidad, el poder tampoco es el control.

Thomas Hobbes, en tanto, aunque no refiere de forma específica lo qué es el poder, lo pone en relieve dentro del Leviatán, como la gran fuerza que permite al hombre articular intereses integrados y comunes que se formalizan en un contrato social. Sin distar en demasía, John Lock en su Ensayo sobre el gobierno civil, señala al poder como una condición de conformación, permanencia y supervivencia de una forma legítima que surge de la asociación de los individuos. En este mismo tono habla Rousseau y en general los llamados contractualistas.

Las anteriores son algunas de las aportaciones más relevantes que los teóricos han vertido acerca del poder, mismas que podemos resumir diciendo que lo han entendido como imposición de la voluntad, como concentración (contrato, Estado), como dominio, como disciplinamiento, como control, como imposición, como autoridad, como restricción o como relaciones, principalmente.

Tras esta breve apretada exposición, vemos que prácticamente en todas las concepciones se le atribuye al poder la capacidad de imponer y se le percibe a través de las manifestaciones de superioridad, pasando por alto su presencia en lo que es o parece ser inferior. Así mismo, muchas de las veces se habla del poder como si éste fuera algo concreto, como si fuera algo ahí delante independiente del resto de las cosas, como si existiera el poder y lo demás, igual que existen árboles y lo demás. No es tal.

Por nociones ceñidas a la idea de “lo que domina” es que sólo unos pocos hacen valer la patencia conferida en el ser, mientras el resto no la advierten o incluso la niegan, condenados al repliegue que anula su propio desarrollo. Por ello, resulta fundamental advertir claramente que es el poder para poder ser en plenitud.

Por cuestión de espacio, en la entrega próxima continuaré la tematización de lo que hoy nos ocupa, sólo adelanto que el poder puede ser definido como el permiso que deja ser. No dominio, no coerción, no voluntad, sino permiso de ser. Y el permiso no es o se ubica en cosa especifica alguna, el permiso no es: se tiene o no. El permiso no es: está. Está en el ente. Es decir, en toda cosa definida.

 

[1] Prácticamente Nietzsche en toda su obra habla de los deseos como la condición natural del hombre que no debe ser traicionada ni reprimida, dado que es la fuerza interna fundamental de la naturaleza. Esta condición para él no es otra cosa que la voluntad de poder.

[2] La Microfísica del Poder tiene que ver con los poderes que van más allá del Estado, de los constitucionales o de los partidos políticos. Se sitúa en las relaciones interpersonales para darse cuenta de aquello que empuja, matiza y desvía el ejercicio del poder.

 

[1] Prácticamente Nietzsche en toda su obra habla de los deseos como la condición natural del hombre que no debe ser traicionada ni reprimida, dado que es la fuerza interna fundamental de la naturaleza. Esta condición para él no es otra cosa que la voluntad de poder.

[1] La Microfísica del Poder tiene que ver con los poderes que van más allá del Estado, de los constitucionales o de los partidos políticos. Se sitúa en las relaciones interpersonales para darse cuenta de aquello que empuja, matiza y desvía el ejercicio del poder.

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